sábado, 16 de mayo de 2009

Inteligencia Espacial / Luis Barragán II


Fuentes

Una fuente nos trae paz, alegría y apacible sensualidad alcanza la perfección de su razón de ser cuando por el hechizo de su embrujo, nos transporta, por decirlo así, fuera de este mundo. En la vigilia y en el sueño me ha acompañado a lo largo de mi vida el dulce recuerdo de fuentes maravillosas; las que marcaron para siempre mi niñez: los derramaderos de aguas sobrantes de las presas; los aljibes de las haciendas; los brocales de los pozos en los patios conventuales; las acequias por donde corre largamente el agua; los pequeños manantiales que reflejan las copas de los árboles milenarios, y los viejos acueductos que desde lejanos horizontes traen presurosos el agua a las haciendas con el estruendo de una catarata.

Arquitectura

Mi obra es autobiográfica , como tan certeramente lo señalo Emilio Ambas en el texto del libro que publicó sobre mi arquitectura en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. En mi trabajo subyacen los recuerdos del rancho de mi padre donde pasé años de niñez y adolescencia, y en mi obra siempre alienta intento de trasponer al mundo contemporáneo la magia de esas lejanas añoranzas tan colmadas de nostalgia.

Han sido para mi motivo de permanente inspiración las lecciones que encierra la arquitectura popular de la provincia mexicana: sus paredes blanqueadas con cal; la tranquilidad de sus patios y huertas; el colorido de sus calles y el humilde señorío de sus plazas rodeadas de sombreados portales. Y como existe un profundo vínculo entre esas enseñanzas y las de los pueblos del norte de África y de Marruecos, también éstos han marcado con su sello mis trabajos.

Católico soy, he visitado con reverencia y con frecuencia los monumentales conventos que heredamos de la cultura y religiosidad de nuestros abuelos, los hombres de la colonia y nunca ha dejado de conmoverme el sentimiento de bienestar y paz que se apodera de mi espíritu al recorrer aquellos hoy deshabitados claustros, celdas y solitarios patios. Cómo quisiera que se reconociera en algunas de mis obras la huella de esas experiencias, como traté de hacerlo en la capilla de las monjas capuchinas sacramentarias en Tlalpan, Ciudad de México.

El arte de ver

Es esencial al arquitecto saber ver; quiero decir ver de manera que no se sobreponga el análisis puramente racional. Y con este motivo rindo aquí un homenaje a un gran amigo que con su infalible buen gusto estético fue maestro en ese difícil arte de ver con inocencia. Aludo al pintor Jesús (Chucho) Reyes Ferreira a quien tanto me complace traer ahora la oportunidad de reconocerle públicamente la deuda que contraje con él por sus sabias enseñanzas. Y a este propósito no está fuera de lugar traer a la memoria unos versos de otro gran y querido amigo el poeta mexicano Carlos Pellicer: "Por la vista el bien y el mal nos llegan". Ojos que nada ven, almas que nada esperan.

La nostalgia

Es coincidencia del pasado, pero elevada a potencia poética, y como para el artista su personal pasado es la fuente de donde mana sus posibilidades creadoras, la nostalgia es el camino para que ese pasado rinda los frutos de que está preñando. El arquitecto no debe, pues, desoír el mandato de las revelaciones nostálgicas, porque sólo con ellas es verdaderamente capaz de llenar con belleza el vació que le queda a toda obra arquitectónica una vez que ha atendido las exigencias utilitarias del programa. De lo contrario la arquitectura no puede aspirar a seguir contando entre las bellas artes.

Mi socio y amigo el joven arquitecto Raúl Ferrara y el pequeño equipo de nuestro taller comparten conmigo los conceptos que tan rudimentaria e insuficientemente he intentado presentar ante ustedes. Hemos trabajado y seguiremos trabajando animados por la fe en la verdadera estética de esa ideología y con la esperanza de que nuestra labor, dentro de sus muy modestos límites, coopere en la gran tarea de dignificar la vida humana por los senderos de la belleza y contribuya a levantar un dique contra el oleaje de deshumanización y vulgaridad.

Luis Barragán
Dumbarton Oak, USA, 3 de junio de 1980.
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Fotografía: Casa Giraldi

La Casa Giraldi (1976) está considerada como el testamento arquitectónico de Luis Barragán. En ella destaca todo: el color, las texturas, la secuencia y disposición de los espacios, la luz del sol y sus reflejos en el agua, todo es notable. Entrar en la casa por el umbral oscuro es casi una sesión mística. Al atravesar la puerta, entramos en un pasillo iluminado de forma oblicua por una luz amarilla tamizada por una serie de perforaciones verticales en el muro. Los cristales están pintados al óleo. Al abrir la puerta del fondo, un rayo de sol se dibuja sobre el muro azul y se difracta al tocar la superficie de la alberca. Es una obra sencillamente genial.

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